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viernes, 1 de octubre de 2010

Cuando los marginados no votan

Las elecciones en Suecia del pasado 19 de septiembre trajeron varias novedades, entre ellas el arribo al parlamnneto del  ultraderechista partido los Demócratas de Suecia (SD).
Los medios han analizado hasta el cansancio las consecuencias que implica el hecho que con sus 20 escaños en el parlamento, este partido puede actuar como fiel de la balanza a la hora de votar a favor o en contra de la política del gobierno de centro-derecha que seguirá gobernando, esta vez en minoría, los destinos del país.
Hay otro fenómeno sin embargo que no ha sido muy analizado por la prensa sueca, y es una vez más la baja participación de los inmigrantes en estas elecciones pasadas.
Se esperaba un cambio importante en la conducta de los que después de tres años de estar radicados en el país votaran por los candidatos a gobernar las comunas y las provincias.
No obstante el cambio brilló por su ausencia a pesar de que en la fase final de la campaña los partidos redoblaron sus esfuerzos por llegar hasta los pobladores de esos barrios que han sido catalogados dentro del llamado "programa del millón de viviendas".

Esos barrios construídos en la década del 60 con una arquitectura uniforme y sin mayores relieves, muy funcional aunque carentes del ritmo y la atmósfera viva de un verdadero núcleo urbano, se vieron en pocos años habitados por los refugiados e inmigrantes que llegaban de todos los rincones del mundo y que desplazaron a los trabajadores suecos a otros barrios menos segregados.
Esa concentración, unida a una relativa marginación social que se ha ido profundizando con la llegada de la crisis, han creado verdaderos núcleos de población desplazada del mercado laboral y que sobreviven apenas de la magra ayuda social que hoy reparten las comunas y el estado.

La sorpresa de que la participación de estos relativamente "nuevos suecos" -como una buena parte de los ciudadanos de este país gusta denominarlos - no pasara del 50 por ciento en estas elecciones tomó desprevenido a los que creyeron que bastaban 2 o 3 semanas de agitación en esos barrios para que la gente participara en el acto electoral, imbuídos además en los programas de gobierno de cada partido. Una vana ilusión y la prueba de lo poco que conocen esos partidos la indiferencia con que la mayoría mira el desarrollo político del país.

En una recorrida por uno de esos barrios, el de Rinkeby al norte de Estocolmo, me encontré el otro día con uno de los pocos que pueden ser felicitados por haber logrado un buen apoyo entre el electorado del lugar. Se trata de Awad Hersie, originario de Somalia y candidato por los Verdes a la asamblea del Ayuntamiento capitalino. En el puesto que había instalado en la plaza de Rinkeby había un cartel que daba las gracias a la gente por darle el apoyo.
A Awad Hersie le preocupa sin embargo esa baja participación que se viene repetiendo elección tras elección, y que en el caso más extremo mostró en uno de los distritos electorales de Rinkeby/Kysta un resultado de apenas un 36 por ciento de participación electoral.

Otros que deben estar relativamente satisfechos son los socialdemócratas que en algunos casos alcanzaron un apoyo que osciló entre el 60 y 80 por ciento de los votos emitidos. Pero el talón de Aquiles de estos resultados es que están basados como dijimos en una baja participación electoral de los habitantes de estos lugares. Resultados similares pudieron apreciarse en otras ciudades con numerosa presencia de inmigrantes, como Malmö y Gotemburgo.

Tal vez un modo de revertir esta realidad es lo que intentan los partidos al reclutar para sus filas candidatos que provienen de distintos países y culturas, y que pueden llegar a esos "nuevos suecos" a través de su idioma e idiosincracia allí donde han fracasado los políticos tradicionales. Ese proceso recién empieza, pero de poco va a servir mientras la gente en estos barrios sigan siendo tratados como "extraños" o "forasteros" por los suecos. Allí, en esos barrios, se refugian los índices de mayor desempleo, mayor pobreza, baja escolaridad, peor salud y  mayor delincuencia, sólo por nombrar algunos de ellos.

Sin dudas los que deben sentirse aún más frustrados son los partidos que conforman la Alianza de centro-derecha que gobierna el país. Allí los habitantes les dieron la espalda ya que lograron magros resultados. La sorpresa sin embargo es que en algunos de esos barrios el ultraderechista SD obtuvo más votos que aquéllos partidos de la Alianza. Esto demuestra las profundas contradicciones, prejuicios y rechazos que existen no sólo entre algunos sectores de la sociedad sueca y lo inmigrantes, sino también entre los propios inmigrantes.
La sociedad multicultural pone a prueba a los ciudadanos, pero la mayoría está de acuerdo que con una mayor educación, oportunidades de trabajo y mejoras en las condiciones de vida esas contradicciones tienden a apagarse. Así ha sido antes, la cuestión es si esa fórmula funciona todavía o habrá que encontrar nuevos caminos para que el volcán no entre en una verdadera erupción.

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