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jueves, 1 de marzo de 2018

Cuentos en la Nube: AMORES IMPOSIBLES



El Sr Raymundo admiró la luminosa mañana de verano. Caminó pensativo    por el sendero del
 bosque. Escuchó los pájaros que llenaban de música sus oídos. Pensó en el libro que llevaba en el bolsillo de su chaqueta y que acababa de leer, y suspiró. Aquella historia del hombre mayor que se enamoraba de una mujer más joven que él, y ella le respondía, le había emocionado profundamente. Sobre todo porque la mujer moría en forma inesperada y arrasaba con todos los sueños del protagonista. ¿Podía ser el destino tan cruel? se preguntaba una y otra vez, y no podía dejar de pensar en la similitud de su propio destino con el hombre de la novela. 

Él también había enviudado hacía muchos años y no había conocido a mujer alguna que realmente lo enamorara. Hasta que hizo su aparición aquél ángel que le había arrebatado la razón. Tenía miedo de hacer el ridículo, que la joven muchacha se burlara de él, que se riera en su cara si se atrevía a contarle el amor y la pasión que sentía por ella. Para suerte del Sr Raymundo la chica había publicado en Facebook un pasaje de la novela que él acababa de leer donde las expectativas de los protagonistas se habían hecho realidad. 
El personaje   femenino de la novela aceptaba una invitación del protagonista, en realidad la estaba esperando, con el aplomo de una dama que sabe lo que  quiere. Al Sr Raymundo se le puso la piel de gallina al recordar ese pasaje.Se imaginaba en la misma situación llevando de la mano a la joven a cenar en un restaurante del centro, a degustar comida francesa o peruana ¿o acaso le gustaría más la italiana? Justo en ese momento, absorto en su febril pensamiento, estuvo muy cerca de caerse al tropezar con una piedra oculta entre las hojas. 
Avergonzado miró a su alrededor pero nadie vio su lucha por conservar el equilibrio moviendo los brazos como molinetes. Se recostó a un árbol y respiró hondo. Ese tropezón ¿sería una advertencia para que abandonara toda idea de que era posible hacer realidad su sueño? Lamentó   que su fantasía hubiese desaparecido por aquél tropezón. ¿Estaba realmente enamorado? se preguntó una vez más  mientras recorría de regreso el sinuoso camino del bosque. ¿Habría una posibilidad milimétrica de que su anhelo se viera correspondido? Desechaba la idea una y otra vez. La realidad de que ella podría ser su hija le remordía la conciencia. Pero había un rescoldo de esperanza que todavía ardía entre las cenizas de su más que admitido y seguro fracaso. Pero no todo tenía porqué estar perdido definitivamente. ¿Porqué habÍa ella publicado en FB ese texto? ¿Era un una señal oculta para animarlo? Tenía que llenarse de coraje y encontrar a la chica, y sin mucho  preámbulo expresarle sus sentimientos , sus intenciones y también su miedo  de   ser rechazado. Sí, seguramente ella al principio sentiría un poco de compasión por él, lo escucharía primero sorprendida y luego con curiosidad, para finalmente admitir que ella también  había pensado en él, como en la novela. En realidad el motivo de porqué había publicado aquel pasaje de la novela en Facebook tenía que ser ese, razonaba el Sr Raymundo. Si ocurriera eso él sería el hombre más feliz del mundo, caviló mientras acariciaba el libro entre sus manos. 
¿Y cuando lo llevaría a cabo? ¿Cuando tendría la valentía suficiente para atreverse y pararse frente a la puerta de la casa de la chica, y allí con un ramo de flores en la mano, concretar la acción más audaz de su vida? ¿Se atrevería a desafiar todos los prejuicios de los que está rodeada la sociedad,  el rechazo de la mayoría de la gente, incluso el desprecio de sus propios hijos   e incluso sus propios prejuicios ?                                 
Pensó en el protagonista de la novela, en su coraje por no renunciar a aquel amor ante nadie. Y una vez más reunió coraje ¿para que esperar más? Ahora o nunca, se dijo. Y una vez que el bosque quedó atrás encaminó sus pasos hacia el edificio donde vivía la chica cuyo nombre lo había conocido a través de unos vecinos. Había preguntado en realidad por sus padres y luego por el nombre de los hijos, sus edades y otros detalles superfluos para 
despistar. Liliana se llamaba la joven que tenía veinte años, le dijeron los amigos. ¿La llamarían Lilí o Ana? O Liliana nomás, especuló curioso. Llegó hasta la puerta del edificio y allí se dio cuenta que no había comprado las  flores pero ya era demasiado tarde. La florería quedaba muy lejos e ir hasta allí le haría perder tiempo y coraje, pensó. Abrió la puerta principal, llegó 
hasta el ascensor y entonces las manos se le llenaron de sudor y sintió que le temblaban las piernas. Apretó el botón del séptimo piso, cerró los ojos y nos los abrió hasta llegar allí. Esperó unas milésimas de segundos a que se abrieran las puertas y allí estaba Liliana abrazada a un joven apuesto. No había dudas de que estaban enamorados. Las miradas lo decían todo.  

- Adónde va señor? - preguntó el chico curioso al ver que el Sr Raymundo no se movía del rincón  del ascensor donde estaba parado.
- Creo que me he equivocado de piso. Iba a la casa de los García - atinó a  balbucear y se hizo a un lado para que entraran los dos jóvenes al ascensor.
- Sí, ellos viven en el quinto piso - dijo Liliana con tono comprensivo.
- Claro, no sé que estaba pensando- respondió el Sr Raymundo con un hilo de  voz. El joven apretó el botón del quinto piso y el Sr Raymundo miró subrepticiamente a Liliana, pero desvió la vista avergonzado tan pronto  como la joven lo miró a él con una sonrisa. Aquellos segundos del viaje al quinto piso se le hizo eterno al Sr Raymundo. Por fin las puertas se abrieron y salió del ascensor moviendo la cabeza en señal de agradecimiento, pero sin poder decir una palabra.

- Adiós señor Raymundo , que tenga un buen día - dijo Liliana con simpatía.      .               
Cuando él se volvió para responder la puerta del ascensor se cerró y quedó allí   paralizado. 
  
- Que hombre más extraño - comentó Henry, el chico que acompañaba a   Liliana.
- Si, es un hombre mayor, viudo, y dicen los García que a veces delira sobre un amor imposible.
- Vaya, debería visitar el hogar de ancianos de la otra esquina. Seguro que allí lo encuentra - se burló el chico.
Los dos salieron riendo del ascensor abrazados y enamorados, mientras el Sr Raymundo se preguntaba en el quinto piso, sorprendido y con la mirada alucinada, cómo era posible que la chica conociera su nombre. ¿Era esa la señal que él tanto había esperado,  y que Liliana por fin había encontrado el modo de comunicárselo? Apretó el botón del ascensor para 
bajar y entonces, con " La Tregua " , la novela de Mario Benedetti apretada entre sus manos, se  juró a sí  mismo que no todo estaba perdido. Las señales de Liliana eran inequívocas.





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