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miércoles, 28 de marzo de 2012

Un bidón de agua que hace la diferencia

El bidón de color negro no se diferencia mucho de esos que acostumbran a llevar los autos cargados con gasolina en la valija por las dudas se acabe el combustible en medio de la nada. Es liviano y se abre como un libro dejando al descubierto dos recipientes de agua a cada lado. En total puede cargar 11 litros de agua. Pero la ingeniera química e inventora Petra Wadström, a quien encuentro en el local que le sirve de oficina y vivienda, pronto muestra la diferencia esencial que hay entre un bidón de gasolina y el que ella ha innovado. El suyo es un recipiente diseñado para purificar el agua de todas las bacterias, bacilos y otras impurezas que con frecuencia enferman a la gente con fiebres y diarreas en países donde el acceso al agua potable es inexistente, y son causa de muchas muertes prematuras. 
Las paredes del bidón son transparentes así el sol puede calentar el agua y poner en movimiento una serie de reacciones químicas provocadas por los rayos ultravioletas en un período de dos o tres horas. Cuando el agua ya está depurada y caliente puede entonces usarse para cocinar, la higiene personal de grandes y chicos, y otros usos hogareños.

Solvatten, sol y agua en sueco, es el nombre con que la ingeniera química Petra Wadström ha adoptado la técnica que se sirve del calor del sol, sin necesidad de usar ninguna otra fuente de energía.
La idea de Wadström maduró a lo largo de los años que pasó en Australia y luego de algunas visitas a África. Allí descubrió cómo las mujeres son responsables de la mayor parte del transporte de agua para el uso del hogar. Un agua a veces muy escasa y contaminada , que para purificarla debe ser hervida a base de leña o carbón. Algo que además encarece los escasos recursos de esas familias o el tiempo que deben disponer para encontrar la leña, también muy escasa en muchas regiones de África.

- Este bidón lo he diseñado pensando en la mujer y en los niños que deben transportar el agua, dice Petra Wadström. De esta forma se evitan muchas enfermedades crónicas en esos países. La Universidad de Agricultura de Suecia ha hecho un estudio del impacto de esta técnica en la población de un pueblo keniano verificando los resultados de la introducción del bidón SolyAgua en esas comunidades.
Las enfermedades crónicas como la malaria, el cólera y otras relacionadas con la contaminación del agua, se habían reducido dramáticamente: el índice de enfermos en una familia alcanzaba un promedio de 4,3 veces al mes. Luego de la introducción del bidón se redujo a 0,03 veces al mes.

Esto trae aparejado una serie de mejoras no solo a la salud de las familias sino también a su economía. El costo que conlleva comprar medicamentos y las visitas a los hospitales, el tiempo que también deben disponer para estas visitas, les deja el tiempo libre para poder trabajar más y mejorar sus ingresos. Las mujeres con actitud emprendedora, si han logrado comprar tres o más bidones, pueden vender el agua potable a otras familias que todavía no disponen del bidón.
La Organización Mundial de la Salud dispone de un sistema de valoración del impacto de estas tecnologías en las comunidades con grandes deficiencias materiales y sociales, llamado Social Return of Investment. El sistema mide como una solución práctica crea un cambio social, medioambiental y económico. El resultado en cuanto a los cambios producidos por SolyAgua son de una relación de 1 a 26, es decir por cada corona sueca invertida le retorna al usuario 26 a su favor, un valor excepcional en este contexto según la Universidad de Agricultura de Suecia.

Le pregunté si la técnica del bidón de 11 litros sería suplantada por unidades para contener un mayor volumen de agua, Petra Wadström responde:
- No, mi idea es que esta técnica que ya está patentada, sea a pequeña escala para evitar que el uso de la tecnología se complique y sea necesario una mayor ingerencia exterior de mano de obra y otros servicios. Mi aporte es para ayudar a las familias a esa escala, y no me interesa hacerme rica con esta innovación, me dice con una sonrisa Petra Wadström, quien me cuenta que también es esculptora, aunque el trabajo artístico lo tiene congelado. Su ambición es seguir extendiendo los proyectos pilotos del bidón SolyAgua que hoy están ya en Haití, México, Perú y en otros veinte países más en otros continentes.


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