El tiempo acompañó con una agradable temperatura, anoche 16 de septiembre, para que el centro de la ciudad se viera invadido por una multitud de gente de todas las edades circulando de un lugar a otro. Probablemente entre curiosa y hambrienta de conocimiento de las últimas novedades que ofrecen los distintos escenarios donde se desarrolla la actividad que, para muchos, es fuente de inspiración y vida, fuera de las diarias responsabilidades y el micro mundo donde nos movemos rutinariamente.
Sin embargo en esta ocasión hubo otro fenómeno cultural, no se le puede negar tal concepto a pesar de la resistencia a conceptuarlo como tal, porque es la manifestación de una época y de un estilo de vida, que es el que protagonizan los jóvenes montados en autos norteamericanos de los años 50, 60 y 70, mayoritariamente, largos “carros” de hasta 5-6 metros de largo, “colachatas” los llamaban en una época en Uruguay, que ruidosamente circulaban por las mismas calles por la que se desplazaban los peatones, inundando con los gases de dióxido de carbono y el sonido ensordecedor de los caños de escapes, la atmósfera tranquila de la fiesta. Porque eran decenas de autos norteamericanos, en una cita seguramente planificada por sus integrantes, para impresionar con sus incursiones y música a todo volumen, con gritos y alaridos de borrachos y drogados desde el interior de los vehículos, tratando de llamar la atención al público que los observaba, mayoritariamente con mirada de desaprobación. “Es gente de la Suecia profunda” es una opinión bastante generalizada entre la gente de la ciudad. Y es probablemente cierto, porque estos jóvenes que en una época eran conocidos con el seudónimo de ”raggare”, apelativo destinado a muchachos que con sus coches americanos buscaban contacto con chicas que se quisieran montar en el vehículo para pasear y divertirse con ellos, y de paso “compadrear” (alardear) ante los demás, ahora tal vez busquen el mismo objetivo, es decir conquistar corazones solitarios, sospecho que sin mayor éxito.
De todas formas el malestar que causaron sin que la policía los detuviera y los expulsara de la ciudad por la contaminación ambiental de sus máquinas, su música demencial y aturdidora, el volumen y grado alcohólico de los pasajeros, los conductores se mantienen convenientemente sobrios, merecía mencionarlos en una noche cultural que por suerte en el interior de sus locales pudo evitar la horda metálica de los Ford, Chevrolet, Plymouth, etc. que desfilaron por el asfalto. Probablemente hoy regresen a sus ámbitos naturales, es decir el bosque profundo de alguna finca rural o aldea, donde pasan los meses sacándole lustre y brillo a sus coches, esa llamada “prolongación del órgano masculino”, que tanto los enorgullece en busca de una identificación con el fallido sueño americano, cada día más frágil a la luz de la realidad que observamos sin mayores prejuicios, solo hay que ver su desarrollo hacia una grieta cada vez más profunda. No todo el mundo puede ser poeta o escultor, actor o pintor. Por lo tanto que la paciencia no nos abandone y la tolerancia tampoco.
Un relato elocuente de un país donde se encuentra un poco vendido al “sueño americano”. Suecia fue un país enfrentado a las incorporaciónes a la OTAN, desaprobador de las guerras y muy incorporativo a todos los miembros de la sociedad. Hoy día es todo lo contrario.
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