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viernes, 16 de abril de 2010

Cuando la cruz se vuelve una maldición

El escándalo de los abusos sexuales realizados por sacerdotes católicos en Suecia comienza a crecer lentamente, pero como en otros lugares a lo mejor estamos viendo sólo la punta del iceberg.

El obispo Anders Arborelius trata de aliviar lo escandaloso de las denuncias con una actitud abierta y compasiva con las víctimas de esos abusos cuyas historias ha recibido hasta ahora vía de e-mail. No sabemos si todas esas denuncias que vienen cayendo gota a gota sobre el cáliz de la iglesia católica son anónimas, o si ya el obispo cuenta con nombres concretos. En todo caso se revela ahora que el obispo conocía un caso de una chica que sufrió abusos sexuales y no hizo nada para que el sacerdote implicado fuera denunciado por esos abusos. El secreto de la confesión, fue la causa por la que el obispo no siguió adelante con la investigación.

En todo caso las denuncias hechas hasta ahora tienen credibilidad aunque sean anónimas, ha dicho el obispo. El contenido de las mismas delata la pena, frustración y también la furia que guardan esas personas contra los sacerdotes que rompieron con todas las reglas que juraron cumplir, cometiendo un delito que desde el punto de vista de la religión que predican y de la ley es abominable.

Cuánta responsabilidad tiene la jerarquía eclesiástica sobre lo ocurrido puede ser que para algunos sea discutible. Pero para muchos es innegable que esa cultura de callar y ocultar le ha hecho mucho daño a una institución que con los siglos ha pasado por momentos extremos en su constante intención de controlar en lo posible a la clase política, económica y militar de las sociedades. No por eso es muy distinta a otras organizaciones, pero la iglesia católica en particular, ha estado aliada a fuerzas ultraconservadoras y le ha proporcionado a muchas sociedades personas formadas en su cátedras que hoy detentan puestos importantes en cargos de gobierno.

Ese afán de controlar el poder detrás de las bambalinas, y el esfuerzo por mantener todo el tiempo una imagen depurada y luminosa, ocultan detrás de esa fachada a individuos que aprovechan ese sistema y cultura, para vivir impunemente sus fantasías sexuales con chicos y chicas que confían ciegamente en ellos porque representan al Señor y a su intocable institución: la Iglesia.

Claro que hay en la iglesia católica sacerdotes que han entregado su vida por una causa justa, por la verdad y el humanismo. Son muchos y no hay que olvidarles. Pero esa imagen se difuma cuando existen miles de denuncias por abuso sexual en muchos países del mundo. Ha sido como el efecto que causa una botella de ketchup al apretarla. Salpica para todos lados y el mal es irreversible cuando cae sobre una camisa blanca.

Cómo saldrá de esta crisis la iglesia católica es difícil de dilucidar, pero una de los problemas que debe enfrentar con mayor premura es seguramente poder reclutar nuevos sacerdotes para seguir predicando lo que Jesús parece haber dicho. Encontrar jóvenes que quieran vivir una vida de celibato en un mundo donde sin dudas no faltan tentaciones para el pecado, hace enormemente difícil la tarea de convencerlos para que inicien una vida donde la renuncia a fornicar es apagada con padrenuestros y avemarías, y en los casos más difíciles con autoflagelamientos humillantes. Y entre esos que luchan contra el demonio, existen los que finalmente pierden su batalla individual. Algunos como el actual presidente y ex-obispo Fernando Lugo de Paraguay, eligieron "pecar" y después sobornar a sus conquistas cuando el resultado de sus aventuras les hinchaba la panza a las seducidas jóvenes, aunque en su caso no fue suficiente ya que salieron a luz sus aventuras amorosas, aunque el precio político parece haber sido mínimo.
Otros que no alcanzan tales éxitos, pasan a una especie de clandestinidad mudándose de parroquia en parroquia, clandestinidad que recién ahora comienza a resquebrajarse, y ya es hora que paguen por sus canalladas.

Las víctimas de esos abusos sexuales, y los que puedan aparecer en el futuro, son un testimonio de que algo huele mal en el reino del Señor...

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