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sábado, 24 de abril de 2010

El fallo de la Haya

El Tribunal de la Haya se expidió por fin sobre el conflicto entre Argentina y Uruguay sobre la instalación de una planta de celulosa al borde del río Uruguay, en el departamento de Fray Bentos. El planteo argentino, que trataba de darle un cauce legal a las protestas piqueteras de los asambleístas de la ciudad de Gualeguaychú, se definió dándole la razón a la Argentina en un punto: Uruguay no cumplió correctamente con el Tratado del Río Uruguay (CARU) ya que no siguió el camino legal que se exige. De todas formas ese traspié no ocasionó el daño al medio ambiente que los piqueteros vienen mencionando ni causó los estragos a la salud que pronosticaban en sus habitantes. Tampoco los invade el olor a repollo o algo peor que auguraban. Todas sus diatribas contra la planta de Botnia, hoy UPM, se han visto respondidas con argumentos científicos que siguen negándose a aceptar. Tampoco el gobierno argentino pudo probar que la planta daña el medio ambiente a pesar del control que también ellos hacen de las aguas del río y del aire.

O sea, se han quedado sin argumentos y sólo tienen a una iglesia católica que les arma una misa de vez en cuando para que Dios probablemente descargue alguno de esos rayos fulminantes que aparecen en las Santas Escrituras y destruya esa creación de Satanás que es la pastera.

El domingo lo volverán a intentar, con esas manifestaciones que sí deberían hacerse para que las fábricas que contaminan el río Gualeguaychú sean modernizadas o desmanteladas, como lo ha constatado la propia Universidad argentina de la Plata. Ahí está el origen de toda la contaminación que de vez en cuando sufren las aguas del río Uruguay y las reacciones alérgicas de los bañistas que se aventuran en las playas de la costa argentina. Y ya que estamos nombrando causas de contaminación deberían protestar también por los herbicidas y otros tipos de substancias químicas que usan para proteger las miles de hectáreas de soja plantadas en la provincia, substancias que al ser arrastradas por las aguas de los afluentes del río Uruguay, producen una invasión de algas verdes que también causan daño a la piel.

Pero no, durante tres años han cerrado el puente San Martín con un piquete donde ya hacen visitas guiadas para turistas interesados en ver el dragón echando humo al otro lado del río.
Los piqueteros han tenido como objetivo una planta de celulosa que cumple con todos los requisitos medioambientales que la UE, Finlandia y Suecia han certificado. Países estos dos últimos con una gran cantidad de fábricas de pasta de celulosa que han desarrollado una tecnología acorde con las exigencias de las leyes medioambientales. Si esas plantas que en una buena cantidad de casos están ubicadas cerca de centros urbanos importantes no han causado los daños que los asambleístas predicen, porqué lo haría una planta incluso más moderna, en la costa del río Uruguay?

La razón de la sinrazón sigue predominando entre los llamados asambleístas, que amenazan a los propios habitantes de la ciudad que se oponen a esa forma de protesta que sólo ocasiona frustración y el ridículo para una ciudad que vive con los fantasmas de gobiernos y dictaduras que sólo les servían mentiras en bandeja. Les cuesta confiar en la transparencia de otros países y en empresas que pueden aceptar reglas de juego claras y justas, respetando la ley y las normas medioambientales que en el caso de Uruguay son exigentes.

Por eso este domingo le rezarán otra vez a Dios, a ver si se produce el milagro.

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