Si alguien creía que el momentáneo silencio de las armas en Siria y en Yemen se estaban apagando, el estruendo de los estallidos de las actuales apaga cualquier expectativa de esperanza. Israel con sus ocupaciones y guerra de baja intensidad, renuncia a una paz estable y en reconocer los legítimos derechos palestinos reconocidos internacionalmente, desplazándolos y sustituyendo a esos desplazados con nuevos asentamientos, preferentemente arropando a colonos ortodoxos judíos, fanáticos religiosos dispuestos a todo para ocupar las tierras que dicen les pertenecen y reclaman desde hace siglos.
Por otro lado Hamás, con el mismo argumento, dispuesta a sacrificar no solo a sus combatientes en nombre de la causa, sino a la población civil de Gaza y probablemente de otras regiones, para seguir con la lucha eterna que hasta ahora solo ha desembocado en más destrucción, muerte y cero territorio recuperado, sino más bien perdido. Es la dinámica perversa de este proceso, que cínicamente manipulan quienes están detrás de esa realidad, y que empujan sin importarles los muertos y la frustración de las nuevas generaciones. Así los educan afirmando “Mi seguridad solo es posible expandiendo las fronteras al sur, pero de pronto no basta y vamos también al norte a expandirnos y liquidar otra potencial amenaza. Una vez asegurado el territorio debemos vigilar a ese otro vecino que, probablemente, piensa igual que nosotros y pretende sentirse seguro mudando fronteras a nuestra costa”
Es la lógica de los guerreros autócratas y no tan autócratas de estos tiempos, obsesionados con las causas y propios motivos que se les están escapando de las manos y ruedan aparentemente sin control. Sin embargo, para su desazón, son otros los actores detrás de las bambalinas que mueven los hilos de la escena para impedir que las piezas, en esta dolorosa partida infinita, no se ordenen como quieren los protagonistas directos —y beneficien o alcancen el resultado que los enemigos esperan obtener— y así fortalecer sus intereses geopolíticos, económicos, ideológicos, religiosos, etc.
¿Que puede salir mal? Pues nada que no sea el escenario y la meta que los mismos responsables provocan en ese infierno de misiles, bombas y balacera. Cientos de muertos civiles como principales víctimas. Con la cínica justificación de que o son judíos que apoyan el apartheid o pasivos terroristas que apoyan a Hamás y a la Yihad islámica. Víctimas colaterales llamadas más eufemísticamente.
Los analistas occidentales adelantan la hipótesis de que Irán está detrás de Hizbollá, que a su vez respalda a Hamás entrenándolos para que se preparen y lleven a cabo esta ofensiva, en una alianza aparentemente sin fisuras, y así golpear a Israel e impedir que el estado hebreo estreche la mano de Arabia Saudita. Un acercamiento que estaba en marcha, según esas mismas fuentes, fomentado por EUA y el presidente Biden, lo que debilitaría a su vez la alianza de los saudíes con los palestinos. Si esa es una explicación razonable de esta guerra, con el visto bueno de los ayatollah, conflicto que se puede multiplicar por la región, no demostraría otra cosa que una vez más los pueblos son instrumentos de lo que las grandes y medianas potencias emergentes deciden para mantener su influencia y dominio regionales sobre ellos. Fomentar conflictos latentes o en ebullición, permite controlar a los gobiernos prestándoles el apoyo necesario para que mantengan la hoguera encendida y protejan los intereses regionales supuestamente amenazados. Es la rutina y el mecanismo de la maquinaria bélica que se expande y confirma, con lo que ocurre en Ucrania, Sudán, Armenia-Azerbaiyán, y ahora Palestina, cómo ella aumenta su capacidad productiva armamentista y sus beneficios, sin pausas, con esas armas que vemos dispararse y explotar en las pantallas de la tv. En el Consejo de Seguridad de la ONU como siempre no hubo consenso en condenar el ataque de Hamás, la muerte de civiles y toma de rehenes, por el veto de Rusia. Sucede los mismo cuando EUA veta las condenas a Israel. El juego del tome y daca.
Finalmente, ¿donde está el bien y el mal en esta guerra y en las demás ? La respuesta seguirá flotando en el aire porque si verdaderamente existen, solo pueden hacerlo unidos a la estupidez humana de creer en convenciones y principios para sentirse más identificados unos con otros, tener una causa común por la que luchar y morir no con argumentos ni fumando la pipa de la paz , sino creando y creyendo en mitos milenarios que los sacrificarán a ellos y a miles de víctimas inocentes en el oscuro templo del hoyo de una bomba o con suerte, en un campo de refugiados.
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