La "injerencia humanitaria" que la ONU decidió para Libia y que la OTAN hoy lidera comienza a entrar en una fase donde el desenlace es cada vez más incierto.
Así se ha echado combustible a otro conflicto bélico en el mundo cuando la intención parecía ser otra, es decir proteger la población civil de los ataques aéreos indiscriminados contra los habitantes de la ciudad Bengasi, donde empezó todo, y evitar una guerra civil.
Esta estrategia no parece ser una tarea fácil ni exenta de daños colaterales como muchos lo pronosticaban, ya que puede tener consecuencias impredecibles para Libia y la región. Por un lado porque Gadafi tiene apoyo entre una buena parte de los habitantes del país, y el respaldo de un ejército que todavía es leal a su líder por la simple razón que la mayoría de los oficiales pertenecen a la tribu de Gadafi. Y por otro, porque esa oposición - los rebeldes- está compuesta por grupos heterogéneos que apenas cuenta con líderes políticos de jerarquía. O de jefes militares que logren organizar debidamente a los voluntarios que no disponen ni de armas ni de entrenamiento militar para una confrontación bélica importante. Solo cuentan con el titubeante apoyo aéreo de la OTAN. Hasta ahora han logrado hacerse de algunas ciudades, pero apenas los aviones de la Alianza desaparecen del cielo vuelven a perder el terreno ganado y huyen despavoridos.
Gadafi ha sido un dictador con un perfil fuerte, exótico y controvertido, a veces payasesco y cruel con sus enemigos, pero logró entablar acuerdos políticos con las tribus y los clanes que habían sostenido hasta ahora la estructura política y social del país*. No precisó de genocidios para tejer una resistente trama de alianzas con los líderes de esos clanes para mantenerse en el poder. Hasta que algunos de estos líderes locales decidieron rebelarse aprovechando la onda expansiva de las rebeliones de Egipto, Túnez y otros países árabes vecinos. Se habla de miles de muertos a manos de las tropas libias cuando las protestas pacíficas se iniciaron en Bengazi. Lo cual fue el motivo para la intervención internacional. Sin embargo el foreign office británico reveló hoy que sólo han perdido la vida unas 1000 personas hasta ahora en el conflicto libio.
Algunos de aquéllos líderes de las tribus y clanes le han dado hoy la espalda a Gadafi porque después de cuarenta años quieren más participación en el poder, y más recursos económicos que el petróleo origina y que hasta ahora sólo Gadafi controlaba y repartía según su propio criterio. Durante cuatro décadas logró mantener ese equilibrio entre las tribus, y de ser acusado por instigar al terrorismo por el atentado a un avión de Pan Am que cayó en Lockerbie, Escocia, pasó a ser uno de los líderes árabes más mimados, junto a Mubarak, por Occidente. Su condición de dictador no le preocupó ni a los gobiernos de Francia, España o Italia, ni a los de EEUU en los últimos años, a la hora de hacer negocios o acuerdos para detener el avance de Al Quaeda o la inmigración ilegal. Al contrario, le compraban el petróleo y le vendían armas, las mismas que hoy destruyen los aviones franceses o británicos. Berlusconi lo invitó a una conferencia del G20 en 2009, y el propio Gadafi recibió a muchos líderes europeos en su famosa tienda, la jaima de campo, donde habitualmente dirigía los asuntos de gobierno. El otro día en Londres el mensaje era otro: "Muamar el Gadafi y su régimen han perdido completamente su legitimidad y tendrán que rendir cuentas por sus acciones" reza el comunicado final.
Los líderes latinoamericanos por distintas razones han mostrado mayoritariamente su rechazo o sus dudas a la decisión de "injerencia humanitaria" de la OTAN en nombre de la ONU, ya que los bombardeos no han sido hasta ahora solo para neutralizar a los aviones de Gadafi como estaba previsto por la resolución 1973, sino que se han usado para bombardear las baterías o blindados gadafistas y apoyar así el avance de los rebeldes. Los aviones libios permanecen en sus hangares o están destruidos. Y esos bombardeos aliados también han causado víctimas civiles a pesar de las promesas de que no habría daños colaterales, es decir víctimas civiles. El Vaticano acaba de denunciar la muerte de 40 civiles en Trípoli.
La neutral Suecia también se ha sumado a la cruzada contra Gadafi y enviará ocho aviones de caza para vigilar las zonas de exclusión aérea aunque no atacarían posiciones terrestres o marítimas. Falta solo el visto bueno del parlamento sueco- que está descontado porque la mayoría está de acuerdo, incluso el Partido de Izquierda votará a favor. El único que se opone es el ultraderechista Partido de los Demócratas Suecos.
Por otro lado el presidente de EEUU Barack Obama, a insinuado que su gobierno está considerando entregarle armas a los rebeldes, aunque hay información contradictoria sobre este asunto. Un desliz de la administración Obama que ahora se quiere tapar?
Una vez más la teoría de que la democracia y la libertad se pueden conquistar interviniendo desde afuera, con la excusa de que debe protegerse a la población civil u otro argumento parecido, demuestra el cinismo de las potencias occidentales cuando por un lado hacen negocios con las dictaduras y las apoyan mientras les conviene, y luego les dan la espalda y las bombardean en nombre de la libertad y de ese pueblo al que hasta hacía poco habían ignorado.
Gadafi, después de cuarenta años en el poder debería dejar vía libre a nuevas formas democráticas de gobernar a su país. Pero deben ser lo libios los que funden esas nuevas bases políticas y de poder en consenso, y no las potencias extranjeras que si no nos equivocamos, sólo intervienen cuando el abastecimiento de esa substancia negra y espesa está amenazada, de lo contrario miran para otro lado y dejan que las empresas sigan haciendo negocios lucrativos, es decir business as usual.
* En Libia existen 32 tribus poderosas (Hay unas 140 tribus y grandes familias influyentes) con diversos clanes.
Así se ha echado combustible a otro conflicto bélico en el mundo cuando la intención parecía ser otra, es decir proteger la población civil de los ataques aéreos indiscriminados contra los habitantes de la ciudad Bengasi, donde empezó todo, y evitar una guerra civil.
Esta estrategia no parece ser una tarea fácil ni exenta de daños colaterales como muchos lo pronosticaban, ya que puede tener consecuencias impredecibles para Libia y la región. Por un lado porque Gadafi tiene apoyo entre una buena parte de los habitantes del país, y el respaldo de un ejército que todavía es leal a su líder por la simple razón que la mayoría de los oficiales pertenecen a la tribu de Gadafi. Y por otro, porque esa oposición - los rebeldes- está compuesta por grupos heterogéneos que apenas cuenta con líderes políticos de jerarquía. O de jefes militares que logren organizar debidamente a los voluntarios que no disponen ni de armas ni de entrenamiento militar para una confrontación bélica importante. Solo cuentan con el titubeante apoyo aéreo de la OTAN. Hasta ahora han logrado hacerse de algunas ciudades, pero apenas los aviones de la Alianza desaparecen del cielo vuelven a perder el terreno ganado y huyen despavoridos.
Gadafi ha sido un dictador con un perfil fuerte, exótico y controvertido, a veces payasesco y cruel con sus enemigos, pero logró entablar acuerdos políticos con las tribus y los clanes que habían sostenido hasta ahora la estructura política y social del país*. No precisó de genocidios para tejer una resistente trama de alianzas con los líderes de esos clanes para mantenerse en el poder. Hasta que algunos de estos líderes locales decidieron rebelarse aprovechando la onda expansiva de las rebeliones de Egipto, Túnez y otros países árabes vecinos. Se habla de miles de muertos a manos de las tropas libias cuando las protestas pacíficas se iniciaron en Bengazi. Lo cual fue el motivo para la intervención internacional. Sin embargo el foreign office británico reveló hoy que sólo han perdido la vida unas 1000 personas hasta ahora en el conflicto libio.
Algunos de aquéllos líderes de las tribus y clanes le han dado hoy la espalda a Gadafi porque después de cuarenta años quieren más participación en el poder, y más recursos económicos que el petróleo origina y que hasta ahora sólo Gadafi controlaba y repartía según su propio criterio. Durante cuatro décadas logró mantener ese equilibrio entre las tribus, y de ser acusado por instigar al terrorismo por el atentado a un avión de Pan Am que cayó en Lockerbie, Escocia, pasó a ser uno de los líderes árabes más mimados, junto a Mubarak, por Occidente. Su condición de dictador no le preocupó ni a los gobiernos de Francia, España o Italia, ni a los de EEUU en los últimos años, a la hora de hacer negocios o acuerdos para detener el avance de Al Quaeda o la inmigración ilegal. Al contrario, le compraban el petróleo y le vendían armas, las mismas que hoy destruyen los aviones franceses o británicos. Berlusconi lo invitó a una conferencia del G20 en 2009, y el propio Gadafi recibió a muchos líderes europeos en su famosa tienda, la jaima de campo, donde habitualmente dirigía los asuntos de gobierno. El otro día en Londres el mensaje era otro: "Muamar el Gadafi y su régimen han perdido completamente su legitimidad y tendrán que rendir cuentas por sus acciones" reza el comunicado final.
Los líderes latinoamericanos por distintas razones han mostrado mayoritariamente su rechazo o sus dudas a la decisión de "injerencia humanitaria" de la OTAN en nombre de la ONU, ya que los bombardeos no han sido hasta ahora solo para neutralizar a los aviones de Gadafi como estaba previsto por la resolución 1973, sino que se han usado para bombardear las baterías o blindados gadafistas y apoyar así el avance de los rebeldes. Los aviones libios permanecen en sus hangares o están destruidos. Y esos bombardeos aliados también han causado víctimas civiles a pesar de las promesas de que no habría daños colaterales, es decir víctimas civiles. El Vaticano acaba de denunciar la muerte de 40 civiles en Trípoli.
La neutral Suecia también se ha sumado a la cruzada contra Gadafi y enviará ocho aviones de caza para vigilar las zonas de exclusión aérea aunque no atacarían posiciones terrestres o marítimas. Falta solo el visto bueno del parlamento sueco- que está descontado porque la mayoría está de acuerdo, incluso el Partido de Izquierda votará a favor. El único que se opone es el ultraderechista Partido de los Demócratas Suecos.
Por otro lado el presidente de EEUU Barack Obama, a insinuado que su gobierno está considerando entregarle armas a los rebeldes, aunque hay información contradictoria sobre este asunto. Un desliz de la administración Obama que ahora se quiere tapar?
Una vez más la teoría de que la democracia y la libertad se pueden conquistar interviniendo desde afuera, con la excusa de que debe protegerse a la población civil u otro argumento parecido, demuestra el cinismo de las potencias occidentales cuando por un lado hacen negocios con las dictaduras y las apoyan mientras les conviene, y luego les dan la espalda y las bombardean en nombre de la libertad y de ese pueblo al que hasta hacía poco habían ignorado.
Gadafi, después de cuarenta años en el poder debería dejar vía libre a nuevas formas democráticas de gobernar a su país. Pero deben ser lo libios los que funden esas nuevas bases políticas y de poder en consenso, y no las potencias extranjeras que si no nos equivocamos, sólo intervienen cuando el abastecimiento de esa substancia negra y espesa está amenazada, de lo contrario miran para otro lado y dejan que las empresas sigan haciendo negocios lucrativos, es decir business as usual.
* En Libia existen 32 tribus poderosas (Hay unas 140 tribus y grandes familias influyentes) con diversos clanes.