Hace unos días murió el escritor norteamericano Ray Bradbury. Tenía una larga trayectoria como escritor de historias de ciencia ficción que en muchos casos sirvió de inspiración para generaciones posteriores de escritores de ese género. Personalmente lo descubrí cuando era estudiante de Liceo, a mediados de los ´60. Recuerdo que buscando libros en la biblioteca municipal de Trinidad descubrí Crónicas Marcianas, El Hombre Ilustrado y Las doradas manzanas del sol, libros de cuentos que he leído repetidas veces. La ciencia ficción no ha sido un género que he seguido después con tanto entusiasmo, pero en los libros de Bradbury pude descubrir la dimensión humana de sus personajes, sus virtudes y defectos, la ambición de conquistar nuevos mundos y el daño que esa ambición puede causar en otros seres que inesperadamente se encuentran con hombres sin escrúpulos con una sola meta: conquistar el mundo del más débil. Todo en un forma de narración poética y sin dudas con tintes románticos.
En realidad Bradbury no nos contaba nada que no supiéramos, porque la historia de la humanidad ha sido esa, la dinámica que cada grupo étnico o social ha tenido para lograr apoderarse de recursos naturales, territorios o la propia alma de los vencidos. Pero Bradbury trasladó toda esa experiencia al espacio, a planetas como Marte o Venus, vecinos nuestros, donde esos nuevos seres descubiertos eran una réplica del ser humano que hasta entonces había vivido aislado de las civilizaciones existentes. Los hombres tatuados no eran en aquéllos años algo común como lo es ahora entre jóvenes y no tan jóvenes. Por eso en El Hombre Ilustrado se inician las historias cuando el protagonista que se encuentra con el personaje tatuado mira fijamente cada figura, y con sólo mirarla cobran vida sus personajes y se desarrolla la narración, lo cual me parecía fascinante. En esos años la conquista del espacio estaba en su pleno auge y para un adolescente que busca respuestas a su propia existencia, la vida en otros planetas, y nuestro propio origen despierta un intenso hormigueo en el cerebro.
Otro libro que sin duda es bastante conocido es Farenheit 451, la temperatura en que empieza a arder el papel. La historia ubicada en una sociedad del futuro donde los libros son peligrosos para el régimen que como un Gran Hermano vigila la actividad de todos los ciudadanos y quema los libros que ha decidido son perjudiciales"para la salud pública". De esta forma la gente no tendrá la posibilidad de distraerse y dejar de cumplir el papel que el estado le ha asignado. Frente a ello hay un grupo de personas que han aprendido de memoria algunos clásicos de la literatura, y escondidos en los bosques se cuentan mutuamente esas historias para no olvidarse y pasarlas de generación en generación. Tampoco esa novela es una fantasía sacada de la nada, ya que la quema de libros por los regímenes totalitarios ha sido frecuente, la más notoria de nuestro tiempo la realizada por los nazistas en Alemania. No seguí leyendo los nuevos libros que posteriormente publicó, sinceramente me interesé por otros géneros de literatura, pero nunca he olvidado esos personajes que despertaban en la piel del Hombre Ilustrado para acercarnos una historia que podía ser el espejo de nuestras propias existencias. Y mi agradecimiento a ese anónimo o anónima bibliotecaria que en su momento decidió incorporar los títulos de Bradbury a la colección de libros de la querida biblioteca.
En realidad Bradbury no nos contaba nada que no supiéramos, porque la historia de la humanidad ha sido esa, la dinámica que cada grupo étnico o social ha tenido para lograr apoderarse de recursos naturales, territorios o la propia alma de los vencidos. Pero Bradbury trasladó toda esa experiencia al espacio, a planetas como Marte o Venus, vecinos nuestros, donde esos nuevos seres descubiertos eran una réplica del ser humano que hasta entonces había vivido aislado de las civilizaciones existentes. Los hombres tatuados no eran en aquéllos años algo común como lo es ahora entre jóvenes y no tan jóvenes. Por eso en El Hombre Ilustrado se inician las historias cuando el protagonista que se encuentra con el personaje tatuado mira fijamente cada figura, y con sólo mirarla cobran vida sus personajes y se desarrolla la narración, lo cual me parecía fascinante. En esos años la conquista del espacio estaba en su pleno auge y para un adolescente que busca respuestas a su propia existencia, la vida en otros planetas, y nuestro propio origen despierta un intenso hormigueo en el cerebro.
Otro libro que sin duda es bastante conocido es Farenheit 451, la temperatura en que empieza a arder el papel. La historia ubicada en una sociedad del futuro donde los libros son peligrosos para el régimen que como un Gran Hermano vigila la actividad de todos los ciudadanos y quema los libros que ha decidido son perjudiciales"para la salud pública". De esta forma la gente no tendrá la posibilidad de distraerse y dejar de cumplir el papel que el estado le ha asignado. Frente a ello hay un grupo de personas que han aprendido de memoria algunos clásicos de la literatura, y escondidos en los bosques se cuentan mutuamente esas historias para no olvidarse y pasarlas de generación en generación. Tampoco esa novela es una fantasía sacada de la nada, ya que la quema de libros por los regímenes totalitarios ha sido frecuente, la más notoria de nuestro tiempo la realizada por los nazistas en Alemania. No seguí leyendo los nuevos libros que posteriormente publicó, sinceramente me interesé por otros géneros de literatura, pero nunca he olvidado esos personajes que despertaban en la piel del Hombre Ilustrado para acercarnos una historia que podía ser el espejo de nuestras propias existencias. Y mi agradecimiento a ese anónimo o anónima bibliotecaria que en su momento decidió incorporar los títulos de Bradbury a la colección de libros de la querida biblioteca.