En el mes de marzo pasado asumió José Pepe Mujica la presidencia de Uruguay. Unos ocho meses después puede pasar a la historia como el presidente cuyo gobierno sufrió en su contra más paros parciales y generales protagonizados por los sindicatos en el primer año de su investidura.
Sin embargo el gobierno de la coalición de centro-izquierda Frente Amplio de Uruguay llegó al gobierno con los votos de los sectores populares y el apoyo más o menos abierto de muchas organizaciones sindicales.
Desde la distancia uno se pregunta cómo es posible que uno de los presidentes con más reconocimiento internacional que lidera un gobierno llamado progresista y un parlamento que ha logrado reformas tan importantes para esos sectores populares, de pronto se enfrenta a esa ola de paros y protestas de los sindicatos en un laberinto de conflictos que parece una caja de Pandora. Cuáles eran las expectativas de esos grupos a corto plazo? Cómo interpretaron la retórica del Pepe durante la campaña electoral? Creyeron que su llegada al gobierno a diferencia de Tabaré Vázquez que fue un presidente muy lejano a posiciones populistas, con el Pepe lograrían lo que no habían logrado en el primer gobierno del FA?
La primera observación es que los sectores sindicales con alta conflictividad en estos primeros meses del segundo gobierno frenteamplista, son los empleados del estado y los municipales, especialmente los funcionarios y obreros del municipio capitalino.
La segunda es cómo el nuevo gobierno entiende que debe repartirse la torta del presupuesto y lo que cada sindicato cree que se le debe pagar a cada uno de sus miembros. O cómo contribuir solidariamente a un seguro nacional de salud. Por primera vez en su historia los escribanos fueron a la huelga porque deben aportar un poco más a ese seguro! Y los abogados y los médicos también están en pie de lucha. La solidaridad queda bien en las pancartas, a la hora de contribuir esa consigna se vuelve ceniza para muchos.
El presupuesto del estado aprobado parcialmente, ha establecido cómo será el reparto para el próximo quinquenio, pero tanto antes, durante y después de la aprobación del articulado, los conflictos han estallado en los bancos, en la educación, en la salud y luego la policía, los militares y en los entes autónomos del estado- y en el ya nombrado municipio montevideano. Algunos fueron resueltos, otros siguen activos. Nadie está contento con lo que le tocó y quiere más o quiere pagar menos porque recorta algún privilegio marginal en los bolsillos de los sectores profesionales.
Uno de los conflictos más llamativos tiene su origen en otro asunto, este es la reforma del estado que plantea el gobierno del Pepe. Mejor calidad de servicios, mejor capacitación para los funcionarios y cumplimiento de los horarios de trabajo que se asigna a cada uno de los funcionarios. Y con seguridad reducir el tamaño del viejo dinosaurio, pero siempre desde la negociación y como una evolución natural de un proceso de revitalización del sector que todos los contribuyentes ayudan a financiar.
El Pepe anunció esa reforma del estado y los funcionarios sin embargo pusieron el grito en el cielo. En Cuba, para poner un ejemplo, sociedad que muchos sindicalistas admiran porque todo está estatizado, el gobierno decidió ahorrar el gasto público y despedir a medio millón (un millón dicen otros) de empleados, y su solución es que de un día para el otro se hagan emprendedores o cuentapropistas. Y por supuesto que nadie hace paros ni manifestaciones masivas en contra de semejante medida, con excepción de Yoani Sánchez y otros blogeros que no son empleados del estado.
La historia del sector público uruguayo y de los municipios estuvo signado en el siglo pasado por la forma cómo los partidos tradicionales, blancos y colorados, se servían de ellos para crear un clientelismo que les asegurara la continuidad en el gobierno y en los municipios. Esa cultura del poder y del reparto ha ido combatiéndose desde que el FA llegó al poder con Tabaré Vázquez, y se profundiza con Pepe Mujica. Son la capacitación y la idoneidad las que deben definir quién es la persona que recibirá un puesto de trabajo en el futuro. Por lo menos esas son las intenciones.
Esto se lo puede ver en el tema de la responsabilidad que tiene un empleado público en relación entre las horas de trabajo y su salario. Un ejemplo es el de los empleados de ciertas reparticiones de la Universidad. Allí trabajan cuatro horas y cobran por seis hasta que el gobierno les ha dicho recientemente No Va Más. Ante la exigencia de que cumplan con su contrato los empleados deciden realizar paros porque argumentan que el gobierno no los escucha y quieren negociar. Será que quieren trabajar seis y cobrar por ocho horas se pregunta irónicamente un periodista.
Uruguay se ha destacado por ser unos de los países que pudo evitar las peores consecuencias de la crisis internacional. Su producto bruto ha crecido año a año y el empleo también a pesar de la recesión internacional. Fuera de los productos tradicionales otros sectores de la producción y servicios siguen creciendo satisfactoriamente mientras que la educación desde primaria hasta la universidad han recibido más aportes que nunca para que la calidad de la enseñanza pública esté a la altura de los nuevos desafíos que implica la globalización y competir con otros países.
Pero el cortoplazo es la mentalidad de los sindicatos que vigilan con ojo de águila la evolución del salario real. La pregunta es si el salario real ha bajado abruptamente o por lo contrario ha evolucionado positivamente. Según el Instituto Nacional de Estadísticas esa evolución ha sido al alza desde comienzos del año 2000, con algunos altibajos. Pero en general el salario real y el poder de compra de la población evoluciona positivamente. Aunque para muchos sectores seguramente esa evolución ha sido insuficiente.
El gobierno del Pepe teme que las organizaciones con el alto grado de conflictividad no hacen otra cosa que serruchar la rama donde están sentados- y hacen dudar a los inversores extranjeros sobre la estabilidad política del país. El estado -razona Mujica y su ministro de finanzas- no puede gastar más de lo que ingresa en sus arcas. La alternativa es hacer crecer la deuda del estado de una forma irresponsable y darle combustible al peor enemigo de los salarios: la inflación, para terminar como Grecia o como Irlanda, con la diferencia que no hay una Unión Europea dispuesta a apagar incendios a un alto precio económico y político. Allí esperan las medicinas del FMI con sus purgantes conocidos.
Las direcciones sindicales no pueden ignorar las metas de un gobierno con las características y los valores del FA: justicia social, redistribución de la riqueza más y mejores servicios para la gente.Sin embargo esa sensibilidad está lejos de estar presente porque cada uno juega el papel asignado por las reglas del juego. A pesar de las críticas, nadie puede decir que los sindicatos no cumplen su papel de darle a sus miembros la mejor tajada en esa lucha por los recursos del estado.
La cuestión es cómo pueden valorarse todas aquéllas expectativas que el Pepe reavivó en su campaña electoral y compararlas con la realidad con que se encontró al asumir la presidencia de un país donde debe gobernar no sólo para los asalariados sino también para los otros sectores que componen la sociedad en una democracia parlamentaria. Es decir, con la oposición mordiéndole los talones, y una economía de mercado donde muchas veces los gobiernos sólo actúan como bomberos, pero donde el FA ha demostrado que su línea es el trabajo, la diversificación de su producción y un bienestar que debe alcanzar a las grandes mayorías.
Adónde lo llevará al Pepe el laberinto sindical es una cuestión abierta, pero su popularidad sigue bajando, sobre todo en la capital. Se encontrará al final de ese laberinto con el Minotauro, o finalmente con paso de torero, domará a la mística figura hasta convertirla en el toro Ferdinando?