Los sacerdotes deben guardar el secreto de una confesión. Por eso nunca trasciende la confesión de los feligreses por mas horrible que sea el pecado. O por lo menos eso nos han hecho creer. Pero en esta ocasión contamos con la grabación de un famoso, no vamos a revelar su identidad, y que haya ocurrido es producto del azar … y nuestra propia audacia de publicarla. Es una grabación indiscreta que se nos hizo llegar, no podemos revelar la fuente. Sabemos que publicar este material es moralmente muy dudoso, pero consideramos de interés público el contenido de la nota. El periódico Chismes y Rumores es el primero en ofrecerla al público en su versión original.
La Confesión de una estrella
Padre, ha llegado la hora de mi confesión. Soy católico y debo confesarme ante el Señor porque he sido débil dentro de mi dorada y aparente fortaleza. En el núcleo más escondido de mi personalidad sé que soy un chico que no terminó de crecer. Un inmaduro. Me lo dijo el psicólogo, y me dio muchas razones para que al fin entendiera algo que me costaba comprender y aceptar.
Mi padre, un hombre muy amargado y frustrado maltrataba a mi madre, y también a mí, arruinó mi confianza y mis sentimientos de amor porque a través suyo conocí el odio y el egoísmo. Solo dos cosas fueron salvándome de caer definitivamente en las garras de la pandilla de delincuentes de mi empobrecido barrio. Mi madre y el fútbol.
Desde que comencé a jugar al fútbol con los chicos del barrio y de la escuela , mi estilo llamó la atención a un cazatalentos, que me aconsejó sobre como debía resolver ciertas carencias técnicas que entonces tenía, y me preguntó si quería jugar en el equipo de los cebollitas de uno de los clubes más importantes del país. Allí demostré que tenía un talento envidiable para este deporte. Velocidad, finta y olfato de gol. Ya entonces nadie me podía parar en la cancha, y pronto empezaron a hablar de mí, primero en el barrio y después en toda la ciudad. Cumplí los 17 y ya tenía a una serie de contratistas que se peleaban por mí, y le dije a mi madre que sería el mejor del mundo, por ella y por mí mismo, por supuesto.
Padre, debo confesar que ya en mi adolescencia me miraba mucho al espejo, me gustaba posar, y admirar por ese entonces mi cuerpo, que comenzaba a desarrollar los músculos que ahora tengo y que tanto me gusta mostrar en la TV. Las chicas se desesperaban por estar conmigo pero a mí no me interesaban tanto, sin embargo me gustaba rodearme de amigos, abrazarlos y sentirlos cerca mío. No tuve hermanos, por eso ese amor fraternal que sentía por ellos. Los contratistas que cuidaban de mis intereses hicieron el papel de padres, me aconsejaban, me guiaban por esa jungla de negocios que es el fútbol, y ganaban dinero. Los periodistas los llamaban “hijos de Dracula”. Pero también yo ganaba dinero con ellos. Al principio no mucho, pero después a medida que los clubes competían en ofrecerme contratos más jugosos, pude disponer de más dinero para comprarle una linda casa a mi vieja, para mí un apartamento en el centro y mi primer gran amor, un Alfa Romeo deportivo.
Si, la diosa Fortuna me sonreía, oh! perdón Padre, el Señor me iluminaba, y mis goles empezaron a trascender las fronteras. Pronto me llegaron nuevas ofertas del extranjero, tentadores contratos que despertaron mi afición por el dinero, sí Padre, sé que la avaricia es pecado, pero soy humano, verdad? Bueno, tenía 18 años y me fui a un país más frío, a una ciudad bastante triste, con un grupo de hombres que me adulaban y me machacaban que iba a convertirme en la estrella que había soñado. En ese club me desarrollé como un jugador que iba a competir por los títulos de ese país y por más, completando muchísimos títulos entre nacionales e internacionales, y por supuesto la Champions. Me gané premios importantes, para qué mencionarlos. Y a medida que esto se concretaba me daba cuenta que algo cambiaba en mí.
Esto me llevó a que aún más a menudo me rodeara de gente linda que me halagaba, se peleaban por estar a mi lado y aparentaban escuchar las tonterías que yo decía. Si Padre, debo confesar que soy un tonto porque he huido de mí mismo, representando a alguien que yo no soy, ocultando mis sentimientos verdaderos, pero que me hacían débil frente a los demás si los confesaba. Todos eran muy machos, y yo, que me estaba convirtiendo en uno de los mejores jugadores de fútbol del mundo, podía ser menos macho? Me atormentaba todo esto, y cuando el mejor club del mundo me hizo aquél contrato del que todos hablaron por la suma exhorbitante que tuvo entonces, tuve que asumir que no tenía marcha atrás. Mis representantes no me dejaban un rato solo, salvo en los entrenamientos, pero me soplaban al oído lo bueno que era, que me había convertido en el mejor jugador del mundo, ni que ese petiso de Messi lo hacía mejor que yo en la cancha. Y gané más títulos y trofeos.Tengo la vitrina de mi mansión llena de ellos.
La gloria me hizo tocar el cielo con las manos, pero de pronto descubrí que me sentía más solo que nunca, y entonces busqué el amor y la admiración del público, sentirlos como rugían después de cada gol mío, como admiraban mi torso desnudo y mi grito primitivo después de conquistar otro gol espectacular. Y si fallaba me planchaba esa sonrisa estúpida en la cara como justificándome o la de mal humor si un compañero fallaba en darme el pase. Si puteo a menudo, perdón Padre.
Me he debatido entre el sentimiento de que era una estrella que brillaba con luz propia y la sensación de que no era más que un oscuro y frío planeta muy lejos del sol.
Quién soy, Padre? Podrá la luz del Señor enseñarme el camino de la Verdad? Podré dejar de lado mis valiosas propiedades, mis coches, mis residencias, y otros lujos, que reconozco son parte de la lista de mis pecados capitales? He hecho donaciones importantes a las víctimas de catástrofes y de la guerra. Alcanzará para salvar mi alma? O debo desprenderme de todo?
Sí, Padre, orgullo, avaricia, ira, envidia y lujuria, son la pesada cruz que me doblegan y que en la cancha de pronto me están impidiendo ser el que era. En esta Eurocopa no he jugado tan bien como esperaba. Y en la Liga hasta ese que le dicen El Pistolero me ganó el pichichi.
Podrá el Señor enseñarme el camino? Podré recuperar y expresar mis sentimientos más íntimos ante los demás y ser aceptado?
- Hijo, sobre eso debes guardar mucha discreción. Tus enemigos se lanzarán como lobos para despedazarte. Mira, primero reza 15 Ave Marías y otros tantos Padre Nuestros, y ve a misa todas la veces que puedas y confiésate, así lavarás tus pecados.
- Nada más, Padre?
- Bueno sí, tu sabes que las donaciones a la iglesia siempre ayudan a reivindicarse y ser perdonado por el Señor. Y cuanto más generosas más perdón.
- Lo tendré presente, Padre.
- Y un consejo más. Por favor hijo, no muestres el torso desnudo cuando hagas un gol. Es muy tentador. El exhibicionismo también es un pecado y llama a la lujuria, lo sabías?