No es ni siquiera el equipo de veteranos de algún país, sino Mundialistas, que no necesitan hacer trampas, aunque pierdan todos los partidos. |
La historia comienza en la mesa directiva de la Conmebol, organizadora del evento Copa América 2015. Luego de repartidos los equipos de los países participantes en sus respectivas series, comienza el análisis de qué equipos deben estar en la competencia a partir de los cuartos de final donde sin dudas comienzan los partidos con más público y que son de vida o muerte.
Estos señores ven en la primera semifinal, Chile - Uruguay un riesgo de que el dueño de casa se quede por el camino. La costumbre charrúa de amargarle al dueño de casa la disputa de la final es una amenaza con serias consecuencias: los estadios vacíos, y a su vez vacías las arcas con que se deben pagar los premios, los viajes de los equipos, alojamientos, y el contante y sonante para el propio bolsillo lo que significa la ruina de Conmebol.
Al Sr. X se le encarga entonces que cree un plan para neutralizar una posible derrota de Chile, sea durante el partido o en la definición por penales. El Sr. X se pone entonces en acción. Con la complicidad de uno de los jueces acuerdan que llegado el momento "nuestro hombre en la cancha" como lo define el Sr.X, provocará a uno
de los celestes para que sea expulsado. Cuando a Chile se le hacía cada vez más difícil convertir un gol por la férrea defensa uruguaya y la peligrosidad de los contragolpes, decide el Sr. X dar la orden al árbitro cómplice que de inicio a lo planeado. Como estaba acordado será por supuesto recompensado.
Así las cosas se determina que el más sensible a las provocaciones es Edison Cavani, que se encuentra irritable por una situación familiar en Uruguay, y ya tiene una tarjeta amarilla en su mochila. Entonces "nuestro hombre en la cancha" recibe la orden de actuar. Cuando la pelota está lejos y la atención del juez concentrada en otra parte, le toca el culo con dedo incluido a Cavani que lo aparta con el brazo. El jugador chileno simula entonces haber recibido un golpe y se tira aparatosamente al suelo. (vale recordar que en 2013 un defensa chileno, el mismo? le agarró los genitales a Luis Suárez lo que despierta ciertas sospechas sobre las tendencias sexuales de estos chicos). El juez corre entonces hacia el lugar del incidente y consulta al juez que estaba más cerca de la acción, y oh casualidad era el "segundo hombre en la cancha", y este confirma sin dudar el golpe tremendo de Cavani a su rival. Roja directa para el jugador al que no le valieron las protestas ni de las de sus compañeros. Aún con diez hombres se hacía difícil doblegar a esos uruguayos empecinados, hasta que llegó el gol de Chile. Pero la celeste no se amilanó por eso y siguió intentando el empate, y ante ese riesgo llegó la segunda orden: hay que expulsar a otro para debilitar la resistencia y los riesgos de los penales. Así le llegó el turno a Fucile, que limpiamente le quitó la pelota a Sánchez, que en su ímpetu tropezó con el jugador uruguayo y simuló él también una falta tremenda y dolorosa. Ya estaba el escenario servido. Tarjeta roja.
Con nueve hombres la celeste aún resistió la superioridad chilena, incluso atacó el arco rival aunque sin resultado y Chile pasó a las semifinales. El Sr X y el resto de la pandilla suspiró satisfecho y firmó los cheques a sus dos hombres en la cancha. El estadio nacional, sede del deporte más popular del país, y todavía con los gritos de los torturados bajo la dictadura en sus entrañas, se desbordó de alegría. Chile le había ganado a la bestia negra al que no le había podido derrotar en décadas. Cierto que con cierta ayuda de Dios, que esa noche cenaba con los integrantes de la Conmebol en el restaurante del estadio. Todo estaba en orden, podían seguir con los estadios llenos, recaudando el dinero a costa del bolsillo de los entusiasmados chilenos. Y nadie podrá dudar de la entereza moral de los jueces, porque al fin de cuentas son humanos y pueden equivocarse como cualquier hijo de vecino. Verdad?
Bueno, si esto tiene algo que ver con la realidad es pura casualidad. Los thriller son así, asquerosamente irreales.